Si trazáramos un eje vertical que dividiera cada cuerpo en dos partes, comprobaríamos de forma mucho más clara que la simetría perfecta y exacta no se da en ninguna persona.
Es evidente que no se trata de que los cuerpos sean una película de Wes Anderson y que es normal que existan pequeñas diferencias, pero en algunos casos, entre esas dos partes que deberían ser casi iguales si las enfrentamos existen variaciones muy notables.